ISSN 0374-647 X
BOL. A. N. DE MEDICINA 2002; 80(1):


ACADÉMICO TITULAR DR. ENRIQUE E. MÜLLER
9-8-1913 / 21-6-2002


Enrique Müller ha muerto.
Recuerdo que lo vi entrar por la escalinata de la calle Las Heras una tarde de 1987 en que ya habían florecido los jacarandáes, derrochando sus racimos violetas.
Ingresaba a la Academia dotado de innata distinción y de rasgos modelados por años de carácter y firmeza.
De origen alemán su figura erguida e imponente nos hacía imaginar que accedía al ritmo de la Marcha Triunfal de Tannhäuser.
Era una figura paradigmática.
Llenó todo el espacio de la odontología dentro del ámbito académico. Pertenecía a la Sección Salud Pública, donde desarrolló una actividad fecunda. Trabajó con entusiasmo en la Comisión de Presupuesto. Trajo a la Academia la experiencia recogida por una fecunda existencia caracterizada, entre otras cosas, por la defensa constante y vigorosa de la moral y la conducta en la actividad científica y personal.

Nació en el barrio de Belgrano; pero era muy pequeño cuando la familia se trasladó a Villa Devoto, en donde habría de transcurrir su niñez y adolescencia. Devoto en los años '20 era un apartado barrio porteño, en el que muchas de las calles se encontraban aún sin pavimentar y se transformaban en verdaderos lodazales después de la menor lluvia. Y Enrique y sus hermanos debían caminar catorce cuadras, única forma de poder llegar a la Devoto Schule, en la que cursó los primeros años, y luego al Cangallo Schule. Era la época del tranvía Lacroze y de la línea 86 con su largo recorrido hasta el centro de la ciudad. En Villa Devoto años después, instaló su primer consultorio y recuerda con emoción que tuvo que fabricar un torno casero combinando un viejo torno a pedal con el motor de un ventilador.
Alumno aventajado, alternaba sus estudios con la práctica de sus deportes preferidos, rugby, remo y natación, y cabe consignar que integró en 1935 el equipo de odontología, campeón universitario de remo. Huelga decir que en los últimos lustros cambió estos deportes por el golf.

Antes de su graduación, se incorporó al Servicio de Guardia de la Asistencia Pública, iniciando así una carrera municipal que habría de continuar en el Instituto Municipal de Odontología para culminar en la Jefatura del Servicio de Odontología del Hospital Muñiz. Fueron sus jefes y consejeros Luis Wencelblat e Ireneo Carranza. Con posterioridad se incorporó al Hospital Alemán, donde desarrolló su gran carrera asistencial, siendo Jefe del Servicio de Odontología y creando luego un Centro de Excelencia. Fue asesor permanente de la Dirección.

Frente al paciente fue un especialista brillante. Más allá de los datos inmediatos que le podían proporcionar los antecedentes o el examen, leía con los ojos de la intuición, orientadora del observador sagaz, que le hacían ver lo que otros no sospechaban.
Su labor brillante e infatigable lo llevó a las aulas universitarias donde fue el profesor que, superando la mecánica de la repetición de los libros, buscó en el estudio y en la investigación su satisfacción de verdadero maestro. Fue Profesor de la UBA; Profesor del Salvador y Decano Organizador.
Detrás de su aparente rigidez había un alma profundamente sensible que lo llevó a construir una hermosa familia con Edith Schürman, doctora en química, también de origen alemán, esposa ejemplar y permanente sostén en su carrera. Tuvieron dos hijas: Ana María, arquitecta y Nora Edith, traductora pública, ambas casadas, viven en la Patagonia y le han proporcionado cinco nietos.
Müller era el núcleo de un excepcional grupo de amigos que lo llamaban "el alemán", lo admiraban y quisieron profundamente, y ante ellos evidenciaba un particular sentido del humor habitualmente oculto.

Fue actor y no testigo del mundo que le tocó vivir, por entender que nadie puede ni debe limitarse en la vida a sus propios intereses y que debe destinarse gran parte del tiempo a buscar afanosamente una doctrina social digna del hombre.

La participación de Müller en las sociedades científicas y en las reuniones y congresos de su especialidad ha sido permanente desde hace casi 60 años, tanto en el país y en el extranjero. Recibió muchas distinciones. Dado su elevado número, sólo destacaré que ha sido Presidente y finalmente Miembro Honorario de la Asociación Odontológica, de la Sociedad Argentina de Cirugía y Traumatología Buco-Máxilo-Facial y de la Asociación Latino-Americana de la misma especialidad; Miembro Honorario de las Sociedades similares de Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Venezuela; y en Estados Unidos de la American Dental Association, el American College of Dentists y el International College of Dentists. Tuvo destacada actuación en la International Association of Oral and Maxillofacial Surgeons, de la que es fundador y miembro del Comité Ejecutivo. Hay que mencionar también que la Universidad de Pittsburgh le otorgó el "Certificado al Mérito", y el Colegio Brasilero de Cirugía y Traumatología Buco-Máxilo-Facial, la "Medalla René Le Fort" en reconocimiento por los servicios prestados a la especialidad.
Aparte de estas distinciones, Müller era reconocido como el gran promotor del vínculo existente entre nuestra odontología y las grandes figuras mundiales de la cirugía bucal.
Era socio del Rotary Club de Buenos Aires y se dedicó con gran entusiasmo durante toda su vida a la fotografía.
Müller amó la vida.
El viernes pasado, por la tarde, abandonó Müller su Residencia en la tierra pero hoy ya ha de estar en un cielo, quizá en el mismo cielo en que Juan Ramón Jiménez puso a su Platero, ese borriquillo peludo, suave, hecho de algodón, para llevar almas, sólo almas, por caminos de oropéndolas, azahares y rosas eternas.
Seguramente hoy Müller estará paseando en uno de ellos habiéndole llegado el tiempo del reposo, y desde allí nos mira con una sonrisa de generoso recuerdo y profundo cariño, similar al que le guardaremos eternamente.


Académico Armando Maccagno
Académico de Número, Academia Nacional de Medicina-Buenos Aires, Argentina.