ISSN 0374-647 X
BOL. A. N. DE MEDICINA 2002; 80(1):
PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE SALIENTE
ACADÉMICO MIGUEL DE TEZANOS PINTO
Acto celebrado el día
16 de abril de 2002
Se han cumplido dos años
desde que asumí, en un acto similar, el mandato de dirigir los
destinos de la Academia Nacional de Medicina.
Mi estado de ánimo difería del presente.
Algunos creíamos que la vida argentina reiniciaba la senda de
la racionalidad, del respeto por las instituciones, de la discreción
en el gasto público y el fin de la impunidad y los privilegios.
Sin embargo, seguimos en la búsqueda de soluciones de raíz
moral, desconociendo el valor continuo, sin intermisión, de virtudes
como son la honestidad, la justicia, la armonía y la dignidad.
Los ciudadanos no tienen una función pasiva, de meros y cómodos
espectadores de los logros nacionales, a veces impacientes en los reclamos,
otras, severísimos en los juicios. Somos copartícipes
del espíritu de sacrificio y de la responsabilidad que deben
imperar en estos momentos. Olvidarlo significaría caer sobre
las ruinas de lo que fue nuestra mejor realidad nacional.
En ese contexto que no se aparta de una situación que aflige
a todos, transitamos con firmeza, tratando de superar dificultades y
con la intención de mantener y aun acrecentar el prestigio de
la Institución.
Nada hubiéramos conseguido sin el apoyo permanente de los señores
académicos de los cuales recibí muestras repetidas de
solidaridad y comprensión. Si la unión hace la fuerza,
esta Corporación es el mejor ejemplo. Baste con citar las múltiples
consultas que recibimos de los poderes públicos, las cuales fueron
respondidas con seriedad y el aval del conocimiento científico.
Los hemos convocado además a periódicas reuniones de las
distintas comisiones internas a las que han acudido, sin retaceos, brindándonos
una ayuda invalorable.
El 9 de mayo pasado tuvo
lugar el acto más trascendente en la vida de la Institución,
como fue la incorporación del séptimo Presidente de Honor
en la vida de la Academia desde su creación en 1822. El Académico
doctor Julio V. Uriburu recibió esta distinción según
marcan el Estatuto y el Reglamento Interno por sus méritos extraordinarios
en el desempeño de la dignidad académica.
El Consejo de Administración,
constituido por las autoridades ejecutivas de la Academia, se reunió
semanalmente para tomar decisiones que hacen al desenvolvimiento administrativo
de la Institución y tuvo la enorme responsabilidad de desactivar
el Hospital de Cardiología de la Fundación "Hermenegilda
Pombo de Rodriguez", el cual había caído en una crítica
situación financiera con un déficit que debía ser
sostenido por la Academia de Medicina. Fueron muchas semanas de complejos
intercambios de opiniones y decisiones hasta que, finalmente, formalizamos
un convenio entre un centro de excelencia médica como es el CEMIC
y la citada Fundación. Depositamos nuestra confianza y esperanza
en que esta simbiosis será el comienzo de una nueva etapa de
asistencia, docencia e investigación.
En esta tarea tuvieron un
destacado e ímprobo trabajo el Sr. Secretario General Académico
Oscar Morelli y el Sr. Tesorero Académico Rómulo Cabrini.
La fatigosa tarea estuvo, en parte, atenuada por la cordialidad y el
respeto que nos profesamos mutuamente y las directivas cumplidas eficientemente
por la Dirección General de Administración. La Secretaria
de Actas, Académica Christiane Dosne Pasqualini, mantuvo siempre
su espíritu inquieto en las actividades científicas tanto
en su cargo de Directora Científica del Instituto de Hematología
como en las propias de la Academia. El Simposio Internacional sobre
Síndrome Urémico Hemolítico celebrado en junio
de 2001, que convocó a las más representativas figuras
del país y del mundo, fue el mejor ejemplo.
El Académico César
Bergadá ejerció la Vicepresidencia y será desde
hoy el nuevo Presidente. Nadie ignora que al elevado sitial académico
sólo se llega después de haber demostrado mediante toda
una vida, dedicación profunda, competencia indiscutida e intachable
conducta ética y moral. Un hombre completo, un ejemplo para todos
y especialmente para su joven y numerosa familia que ha concurrido a
esta importante ceremonia.
Señor Presidente:
la Academia posee un Instituto de Hematología que es un orgullo
del país; su trabajo y prestigio se han incrementado; la investigación
transita por lo más moderno de la ciencia médica y la
asistencia soporta aún ventajosamente la situación desafiante
de los recursos destinados a la salud. La producción científica
no ha cedido, a pesar de la reducción del monto de algunos subsidios,
como lo prueba la publicación en el último año
de 25 trabajos en revistas internacionales y nacionales indexadas. El
número de consultas médicas del año 2001 fue de
17.000. Se ha mantenido el intercambio con los centros más reconocidos
del mundo y en el mes de abril tuvieron lugar, con mucho éxito,
las Jornadas Británicas de Hematología.
El Centro de Investigaciones
Epidemiológicas es también un centro de excelencia que
se ha jerarquizado en los últimos años con trabajos de
alto nivel. Su vocación docente se ha manifestado en distintos
cursos organizados en esta Casa, que son altamente valorados por los
profesionales que concurren para su perfeccionamiento. La desaparición
lamentable e inesperada del Dr. Héctor Boffi Boggero no ha menguado
el entusiasmo y la producción del Centro.
Soy consciente que el Instituto
de Estudios Oncológicos merece un apoyo y una reestructuración
que, por diversas circunstancias, no se ha podido concretar. Es un deber
reconocer las metas no logradas.
La Biblioteca sigue siendo,
en su género, la más importante del país, recibiendo
hoy 400 títulos de publicaciones periódicas y un fondo
bibliográfico de más de 40.000 volúmenes. Éste
es un gran desafío; todos queremos mantenerla en ese nivel y
cuenta con recursos humanos capaces y entusiastas.
Éste es, en apretada
síntesis, un análisis objetivo de la Academia que usted
recibirá y que ya conoce. Quisiera agregar que también
existen sentimientos que no son fáciles de transmitir. Es mi
reconocimiento a todos los componentes de la Secretaría de Asuntos
Académicos y en particular, por la actividad cotidiana, de la
Secretaría General de la Presidencia. La Sra. Silvia Tenconi
fue el eje de una colaboración permanente y desinteresada, de
máxima eficiencia; supieron devolver con una sonrisa algún
momento de impaciencia o de disgusto. Trabajar en esas condiciones redujo
significativamente la carga que genera toda esta compleja estructura;
la contracción al trabajo, el respeto y la alegría no
serán olvidados. Hago extensivo estos conceptos a todo el personal
sin distinción de jerarquía.
Señor Académico
César Bergadá: es para mí un privilegio ponerlo
en posesión del honroso cargo de Presidente de la Academia Nacional
de Medicina y lo hago con la seguridad que su desempeño elevará
aún más el prestigio de nuestra querida Institución.
Lo invito a recibir la medalla y el diploma que lo acreditan como tal.
PALABRAS
DEL SEÑOR PRESIDENTE ENTRANTE
ACADÉMICO CÉSAR BERGADÁ
Como hace exactamente 11 años, cuando me incorporé a esta
Academia, quiero iniciar mi discurso con las mismas palabras de entonces,
dando gracias a Dios por todos los beneficios recibidos en mi vida,
y que hoy se coronan con la etapa más importante de mi carrera
profesional, al ocupar la Presidencia de la Academia Nacional de Medicina
de Buenos Aires, máximo cargo al que puede aspirar un médico
en nuestro país.
El trascendente momento que
me toca vivir hoy, me transporta a recuerdos imborrables de mi vida,
y que surgen con gran emoción en mi memoria, por eso quiero transmitirles
algunos hechos que vinieron a mi mente al meditar la posición
académica que inicio y que asocian la Academia con las instituciones
donde actué en mi pasado.
Escuela Primaria y Academia
Nací en la calle Ocampo, en Palermo Chico, y los estudios primarios
los cursé en la Escuela Nº 1 "Dr. Rafael Herrera Vegas",
nombre de uno de los más prestigiosos académicos de nuestra
Corporación, que se le asignó por haber donado el terreno
que ocupa en la Avda. Las Heras. Los hijos de Rafael Herrera Vegas,
Rafael y Marcelino, once años después, donan los terrenos
vecinos de la esquina Las Heras y Coronel Díaz para levantar
el actual edificio de la Academia, que linda con la Escuela sólo
por una pared.
Cuántas veces pasé frente al elegante edificio de la Academia,
sin jamás imaginarme que algún día coronaría
mi futuro profesional incorporándome y presidiendo tan prestigiosa
Institución!
Cursé mis estudios
secundarios en el Colegio Champagnat, y me gradué de médico
en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires el 29 de
diciembre de 1952, hacen ya casi 50 años.
Ingresé al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez
a principios de 1951 como practicante. Me inicié en Pediatría
general con el hoy académico Alfredo Larguía, y continué
formándome en Endocrinología Pediátrica con mi
primer maestro Martín Cullen. De ellos aprendí mis primeros
conocimientos y una gran formación humana. Trabajé en
el Hospital hasta mi jubilación en el año 1995, como Jefe
de la División de Endocrinología. Viví en el Hospital
de Niños 44 años, por lo que siempre lo consideré
mi segunda casa.
Hospital de Niños
y la Academia
A la mencionada relación geográfica, entre la Academia
de Medicina y la Escuela Herrera Vegas, debo expresar otra más
importante que se asocia a mi vida profesional, y es la relación
que existió entre el Hospital de Niños y la Academia.
Del libro escrito por el Dr. Oscar R.C. Vogliano, ex prestigioso médico
del mismo, sobre la Historia del Hospital de Niños, publicado
en 1975, pude obtener la información que narraré.
Bernardino Rivadavia creó
la Academia de Medicina en 1822 y, un año después, la
Sociedad de Beneficencia. Por inspiración de uno de sus miembros,
la Sra. María Josefa del Pino, en el año 1875, iniciaron
la construcción de la primera sede del Hospital de Niños,
en el barrio de Almagro, reconociendo la paternidad del mismo a Bernardino
Rivadavia.
El 22 de noviembre de 1893, la Sociedad de Beneficencia coloca la piedra
fundamental del nuevo edificio del Hospital de Niños en la calle
Gallo, diseñado por el arquitecto Alejandro Christophersen, y
sus jardines por Carlos Thays, inaugurándose el 29 de diciembre
de 1896.
La historia de nuestras dos
instituciones se unen más aún al haber participado el
académico Rafael Herrera Vegas, a su regreso de París,
en las tareas de instalación del Hospital de Niños, y
ser nombrado, aunque por un corto período de tiempo, Director
del mismo. Algunos lo consideran uno de los fundadores de la Pediatría
argentina.
Pero las relaciones del Hospital de Niños con la Academia Nacional
de Medicina se consolidan ya mucho más al incorporar ésta
en su seno, desde su fundación, a 13 Académicos de Número
pertenecientes al Hospital de Niños.
El primer Académico
del Hospital de Niños fue el Dr. RAFAEL HERRERA VEGAS que se
incorporó el 3 de diciembre de 1876.
El segundo fue IGNACIO PIROVANO, que integró el primer elenco
de cirugía de dicho Hospital e ingresó a la Academia en
1881.
El tercero fue JOSÉ MARÍA RAMOS MEJÍA, primer practicante
del Hospital de Niños y luego médico del mismo, incorporándose
a la Academia en 1905.
El cuarto fue el Dr. BALDOMERO SOMMER, primer Jefe del Servicio de Dermatología
de dicho Hospital, que ingresó en 1910.
Cinco años después, en 1915, se incorpora el Dr. JOSÉ
ANTONIO ESTEVES, primer Jefe del Consultorio de las Enfermedades de
los Nervios.
En 1922 lo hace el distinguido cirujano del Hospital de Niños
Dr. MÁXIMO CASTRO.
En el año 1925, bajo la Presidencia de Eliseo Cantón,
según un minucioso trabajo presentado por Marcelino Herrera Vegas,
se eleva el número de miembros de la Academia, de 25 a 35 y,
ese año, se incorpora el Dr. MARCELO VIÑAS, Jefe del Laboratorio
de dicho Hospital desde el año 1896.
En 1963, se incorporó el Dr. JOSÉ ENRIQUE RIVAROLA, Jefe
del Departamento de Cirugía, con quien tuve el placer de realizar
varias actividades conjuntas hasta su jubilación. Fue PRESIDENTE
de la Academia entre 1978 y 1980.
El noveno Académico fue el Dr. EMILIO N. ASTOLFI, fundador del
Centro de Toxicología del Hospital de Niños, que ingresó
en 1982.
En la década del '60, un pequeño grupo de médicos
y bioquímicos cambiaron el curso de la Pediatría argentina.
El líder de tan trascendental cambio fue CARLOS A. GIANANTONIO,
quien el 27 de abril de 1989 fue incorporado a la Academia donde, entre
sus valiosas colaboraciones, propuso la creación del Consejo
de Certificación de Profesionales Médicos, que se constituyó
el 20 de setiembre de 1991, siendo él su primer Presidente. Tuve
el placer de convivir muchos años con Gianantonio en el Hospital,
fundar juntos la Sociedad Latinoamericana de Investigación Pediátrica
en el año 1961 y colaborar con él en el Comité
Científico del Congreso Internacional de Pediatría en
1974.
El undécimo Académico fue el Dr. JUAN CARLOS ARAUZ, Jefe
del Servicio de Endoscopias, que se incorporó el 26 de abril
de 1990. Durante años trabajamos juntos en el Hospital, y también
en la cancha del Golf Club Argentino. Sucedió a Gianantonio,
luego de su fallecimiento, en la Presidencia del Consejo de Certificación
de Profesionales Médicos.
El duodécimo Académico es el que habla. Ingresé
a la Academia el 4 de abril de 1991, siendo Jefe de la División
de Endocrinología del Hospital de Niños.
Finalmente, el 25 de julio de 1996, se incorporó el décimo
tercer Académico del Hospital de Niños, el Dr. ALFREDO
E. LARGUÍA, con quien adquirí mi primera formación
pediátrica. Años más tarde el Dr. Larguía
se trasladó a la Maternidad Sardá, donde creó el
mejor centro de Neonatología del país.
Mencionar esta historia me
causa gran emoción y un enorme orgullo, que quiero compartir
con todos los profesionales del Hospital de Niños que hoy me
acompañan, al recordar que de nuestro querido Hospital, que tantas
satisfacciones nos dio y que no pocas preocupaciones tuvimos que soportar,
han sido incorporados a la Academia Nacional de Medicina nada menos
que trece de sus médicos, y que hoy asume la Presidencia de tan
prestigiosa Corporación el segundo de su plantel profesional.
Me siento sumamente orgulloso de haberme formado y trabajado en el Hospital
de Niños Ricardo Gutiérrez, y enormemente agradecido a
todo el personal que lo integra: médicos, enfermeras, administrativos,
técnicos, etc., y muy en especial a los integrantes de la División
de Endocrinología, del CEDIE y de FEI a quienes los recuerdo
con cariño y prometo continuar visitándolos periódicamente.
Como dije, el Hospital fue mi segunda casa durante más de la
mitad de los años que tengo.
Al año de fundado
el CONICET por el Dr. Bernardo Houssay, obtuve una beca externa por
concurso para perfeccionarme en Endocrinología Pediátrica
con el fundador de la especialidad y mi principal maestro, Dr. Lawson
Wilkins, en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, en EE.UU. Allí
estuve los años 1959 a 1961. Fue una de las etapas más
importantes de mi vida, no sólo por mi capacitación profesional
sino por haber podido consolidar mis vínculos familiares al tener
que compartir todo con Estela, mi mujer, los tres hijos que teníamos
en ese momento y el nacimiento de María, lejos de nuestros padres
y amigos.
Al regresar al Hospital de Niños, y por invitación del
Dr. Houssay, en el año 1962, hace 40 años, me incorporé
a la Carrera del Investigador Científico para trabajar en dicho
Hospital. Éramos cuatro investigadores full-time del CONICET:
Carlos Gianantonio, Luis Becú, Jorge Peñalver y yo. Sería
imposible mencionar ahora la labor que desarrollamos, y el entusiasmo
que teníamos para incorporar la dedicación exclusiva y
la investigación a un hospital público. Gracias a Dios,
y al espíritu de progreso y apoyo de nuestros jefes, pudimos
lograr nuestros objetivos.
Desde esos primeros años
comencé a trabajar con otro de mis maestros, el Dr. Roberto Mancini,
en el Centro de Investigaciones en Reproducción de la Facultad
de Medicina de la UBA, en temas de patología hipófiso-testicular,
quien me brindó siempre su cálida amistad, reforzando
mi aprendizaje en la investigación clínica, destacando
siempre los principios éticos y morales que deben acompañar
toda investigación científica. El recuerdo de Cullen,
Mancini y Wilkins quedarán imborrables en mi mente.
Los logros obtenidos durante
mi vida profesional han sido posibles primero, gracias a Dios, a mi
familia, especialmente a Estela, mi mujer, que siempre me acompañó
en las buenas y en las malas, teniendo que tolerar mis defectos y caprichos,
muchas veces haciendo verdaderos esfuerzos y sacrificios, y a mis cinco
hijos, que siempre estuvieron a mi lado brindándome su permanente
estímulo, a los que hoy se suman mis cuatro nueras y mis diecisiete
nietos aquí presentes.
En lo profesional debo agradecer
la colaboración del CONICET, de FEI, Fundación de Endocrinología
Infantil, y de todos mis colaboradores, que me acompañaron desde
mis primeras actividades para dar más impulso a las funciones
del Servicio de Endocrinología del Hospital de Niños,
para crear el CEDIE, la Residencia Médica de Endocrinología
Infantil, la Carrera de Especialista, la Sociedad Latinoamericana de
Investigación Pediátrica, la Sociedad Latinoamericana
de Endocrinología Pediátrica y, en estos últimos
años, llevar a cabo, junto con un grupo espléndido de
colaboradores, el emprendimiento más importante de mi vida, la
Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, donde
hace pocos días tuve la enorme alegría y satisfacción
de vivir con emoción la graduación de la Primera Promoción
de Médicos y la Primera de Licenciados en Enfermería.
Sin el apoyo de tanta gente,
que nunca olvidaré y terminaré de agradecer, no hubiese
estado hoy asumiendo este honroso cargo de Presidente de la Academia
Nacional de Medicina.
Hablaré ahora de
la Academia
La Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires cumple pasado mañana
el 180 aniversario de su fundación. Se creó el día
18 de abril de 1822, por iniciativa de Bernardino Rivadavia, Ministro
de Gobierno de Martín Rodríguez.
Por una feliz coincidencia, el día de hoy se cumplen exactamente
60 años de la inauguración del actual edificio de la Academia.
El 16 de abril de 1942 se llevó a cabo un importante acto académico
realizado en esta misma Aula Magna, bajo la Presidencia del Dr. Mariano
R. Castex.
Desde su fundación, la Academia ha experimentado algunas modificaciones
en su estructura y en su accionar.
El Académico Guillermo Jáuregui, en su excelente libro
sobre la Historia de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires,
al comentar las actividades realizadas, describe al último período
de la Academia como de "Proyección a la comunidad en general
y médica en particular". Con ello quiere significar que
en varias oportunidades ha hecho oír su voz respecto a algunos
aspectos éticos y morales de temas relacionados con el ejercicio
de la profesión médica. Mencionaré a modo de ejemplo
sólo algunas de sus declaraciones.
En 1985 la Academia hizo
una declaración por la descalificación de Académicos
y Profesores Titulares en la Facultad de Medicina de la Universidad
de Buenos Aires.
En 1986 por la total falta de control de la difusión periodística
sin contar con la aprobación científica correspondiente
generando muchas veces falsas expectativas en la comunidad.
En 1989 sobre Enseñanza médica, ante la falta de preparación
de los graduados de la Facultad de Medicina de la UBA.
En 1992 se expidió sobre los "Peligros de la Automedicación".
El 22 de julio de 1994 manifestó, con una declaración,
su repudio por el "Atentado a la AMIA".
En 1994 se expide en forma terminante contra el "Aborto Provocado".
También, en 1994, hace un llamado de reflexión por el
creciente número de demandas judiciales injustificadas por "Mala
Práctica".
En 1995 se manifiesta sobre la "Fertilización Asistida",
considerando fundamental el consentimiento verdaderamente informado
del matrimonio, basado en la información de procedimientos, riesgos
y resultados esperados, de éxito y fracaso.
En 1997, se expide sobre un tema hoy muy publicitado, la "Clonación
Artificial Humana", mencionando que si bien es un verdadero logro
científico, considera que su aplicación a la especie humana
con fines reproductivos debe ser previamente sometida a una discusión
ética multidisciplinaria, destinada a preservar el más
absoluto respeto por la vida y la dignidad humana.
El ser Académico
El Académico Jáuregui comenta en su libro las condiciones
de "ser académico", y destaca: "estudio sin pausa,
honor personal, moral privada y pública, ética como complemento
de alta conciencia de la vida médica" y añade: "Ser
Académico es algo así como adquirir una conciencia nueva
a través de un máximo sentimiento de honra".
Yo añado: "Ser Presidente de la Academia Nacional de Medicina
de Buenos Aires supera en forma indescriptible el mencionado sentimiento
de honra, al sentirse distinguido por el claustro de los académicos
de tan alto prestigio científico y moral que integran nuestra
Corporación, para que guíe el destino de la misma durante
un período de dos años".
Por tal motivo quiero expresar en este momento mi más profundo
agradecimiento a los distinguidos académicos que aprobaron mi
designación como Presidente y, muy especialmente, al Señor
Presidente saliente, Académico Miguel de Tezanos Pinto, por haberme
honrado con el nombramiento de Vice-Presidente, hace dos años,
y a los Académicos Christiane Dosne Pasqualini y Oscar H. Morelli,
que nos acompañaron en el Consejo de Administración.
Al recibir ahora de sus manos la Presidencia de esta Academia, quiero
expresarle mi agradecimiento por haberme dado la oportunidad de conocer
mejor su personalidad, sus condiciones morales, su capacidad de trabajo,
su seriedad y honestidad, y su intachable hombría de bien, lo
cual ha sido de enorme beneficio para nuestra Corporación. Le
tocó dirigir el gobierno en un momento difícil, habiendo
logrado obtener importantes beneficios para la Academia, y solucionar
total o parcialmente algunos temas trascendentales de la Institución
y de su funcionamiento administrativo. Nunca tuvo pereza o demora en
actuar. Siempre lo hizo con decisión, asumiendo personalmente,
sin vacilar, situaciones difíciles de resolver con personas e
instituciones.
Si bien personalmente considero inmerecida esta designación prometo,
ante esta magna asamblea, cumplir con honor las funciones que me competen,
y no escatimar esfuerzos para que la Academia Nacional de Medicina mantenga
el prestigio ganado a lo largo de su vida, especialmente en lo que respecta
a sus reconocidos aspectos científicos, éticos y morales.
Futuras expectativas de
gobierno
La cultura del trabajo
Entiendo que el momento en que asumo la Presidencia de la Academia tampoco
es fácil, pues el porvenir inmediato del país es muy incierto.
La Argentina ha vivido en su historia varios períodos de crisis
económica, política y social.
Hoy, en cambio, nos encontramos ante la peor de las crisis, y que nunca
antes había afectado al país en tal forma, pues además
de las crisis económica, política y social se suma la
peor de todas, que es la "crisis moral". Vivimos un momento
donde la inmoralidad, la corrupción, la ineptitud, la indiferencia
por la persona humana, el afán de lucro y poder se han introducido
en todos los sectores, creando un clima de inseguridad, abandono y desprotección
de las clases más necesitadas, muy especialmente de la clase
media.
Las actuales autoridades nacionales son conscientes de ello, pero pareciera
que no se logra obtener el compromiso de solidaridad de algunos sectores
del poder político para solucionar los problemas que está
viviendo el país. Sin embargo, en áreas que están
muy ligadas a la Academia, que son la investigación y la educación,
hemos podido observar que existen algunas esperanzas para reactivar
estos sectores, con la designación de autoridades idóneas
y de prestigio, en la Secretaría de Tecnología, la Ciencia
y la Innovación Productiva (SETCIP), y en el CONICET, como son
los investigadores Julio Luna y Eduardo Charreau, respectivamente.
El Dr. Charreau, el día de su asunción como Presidente
del CONICET, en esta misma Aula Magna, en su interesante disertación
dijo: "Una sociedad basada en el conocimiento estará en
mejores condiciones de alcanzar sus objetivos de desarrollo económico
y justicia social, y de lograr una mayor autonomía en sus decisiones.
Por lo tanto, nuestra visión es que debemos atender al problema
del valor agregado inteligente que somos capaces de producir los argentinos,
como manera de ayudar a superar esta crisis sin fin.
Hace muy pocos días surgieron más motivos de esperanza
con la elección del Profesor Guillermo Jaim Etcheverry como Rector
de la Universidad de Buenos Aires.
La Academia Nacional de Medicina no es ajena a la situación que
vive el país. La Ciencia y, por ende, la Academia no tienen colores
políticos, raciales o religiosos, sólo están al
servicio del país y de la humanidad y nuestra Corporación
continuará la tradición de nuestros científicos.
De la misma manera que hace unos días Monseñor Estanislao
Karlic expresaba que "si queremos fundar grandes naciones, debemos
fundar antes grandes familias". Yo agrego: si queremos mantener
una gran nación, debemos formar grandes científicos. ¿Cómo
lo logramos? Manteniendo nuestras estructuras científicas y centros
académicos. Bernardo Houssay decía: "Para tener hombres
de ciencia hay que formarlos y cultivarlos durante años, solícita
y cuidadosamente, como se hace con las plantas más delicadas".
El mundo científico no se debe detener; sus objetivos están
por encima de las etapas coyunturales que vive un país; debe
continuar trabajando, empleando las cualidades habituales de un científico,
tales como el sentido común, la atención, la aplicación,
el amor por su trabajo, la paciencia, el optimismo y la perseverancia.
Esta última es quizás la más importante. A Newton
se le preguntó una vez de qué medios se había valido
para obtener sus extraordinarios experimentos, y contestó: "Pensando
constantemente en ellos".
El Beato José María Escrivá, en una homilía
sobre el Trabajo, decía en 1960: "Comenzar un trabajo es
de muchos, acabar, de pocos", y añadía: "El
trabajo profesional, sea el que sea, se convierte en un candelero que
ilumina a vuestros colegas y amigos".
Por todos estos conceptos, al asumir la Presidencia de la Academia,
siento la responsabilidad de estimular la cultura del trabajo, dentro
y fuera de la Institución.
La licenciada en educación,
y profesora de la Escuela de Educación de la Universidad Austral,
Cristina Viñuela, nos decía hace pocos días ante
el Claustro Docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas, que
"donde está el peligro está la recuperación".
Éste es el momento de "tirar cálidas en lugar de
tirar pálidas". Yo pienso que si nuestra nación está
en peligro, vayamos preparándonos para su recuperación.
Debemos buscar la forma de seguir adelante con nuestro trabajo, sin
perder las esperanzas, haciéndolo cada vez mejor, tratando de
trabajar en equipo, y con alto sentido de responsabilidad y conducta
moral.
El libro de Samuel Smiles, titulado "Ayúdate", cita
una frase del francés Alexis de Tocqueville, escritor del Siglo
XIX que decía: "No hay momento en la vida en el cual pueda
uno dejar completamente la acción, porque el esfuerzo dentro
de uno mismo, y aún más, el de afuera, son igualmente
precisos". Esto significa la importancia, y necesidad del trabajo
personal y el trabajo en equipo, o el contacto con otros grupos para
mantenerse más activos y estimulados. El ejemplo de cada uno
debe entrelazarse con la vida de otros. Los éxitos de una institución
dependen del compromiso de todos, pero para lograrlo, la institución
debe irradiar amor y afecto para todos, debe querer a toda la gente
que la compone, debe tener fe y esperanza en sus objetivos. Estas virtudes
no se transmiten con palabras sino con ejemplo de vida. Si una institución
no tiene este sello, le falta lo más importante.
Hace pocos días leí
un libro del arzobispo vietnamita F.N. Nguyen van Than, titulado: "Testigos
de la Esperanza". Éste fue arrestado durante la persecución
religiosa de 1975 en Vietnam y pasó 13 años en la cárcel,
9 de los cuales en un aislamiento en un cuarto oscuro, sin ventanas.
Durante esos 9 años que vivió prácticamente a oscuras,
celebraba la Misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma
de la mano. Varias veces refiere que su fe y el rezo de toda su feligresía,
le permitieron sobrellevar su encierro con alegría y con gran
esperanza. Creo que su experiencia nos debe conducir por esos caminos.
Aspectos éticos
de las ciencias
Existen otras situaciones que debemos contemplar, y es que el país
y el mundo viven un clima de corrupción y pérdida de los
valores morales, de tal intensidad, que las ciencias no se han escapado
a ella.
Bernardo Houssay, hablando
a los jóvenes, les decía: "Es necesario desarrollar
en todos la noción de la responsabilidad individual y el deber
de servir a la colectividad", y agregaba: "Debemos acostumbrarnos
a no tolerar las faltas morales graves. En cuestiones éticas
no se debe tener ninguna tolerancia".
En estos días se habla
con total naturalidad de la procreación humana en el laboratorio,
la clonación de personas, la experimentación con embriones
humanos, del aborto y la eutanasia, lo que parecería demostrar
la escasa capacidad de control sobre los progresos científicos.
Estos temas han llevado a que en la sociedad existan dos tipos de opiniones:
los que reconocen el respeto por la dignidad de la persona y de la vida
humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural,
como lo ha manifestado nuestra Academia en sus declaraciones sobre el
aborto y la clonación, basados en fundamentos científicos;
y por otro lado, aquellos que haciendo caso omiso a estos criterios,
guiados muchas veces por la figuración, o descollar en un medio
científico indiferente a los fundamentos de la bioética,
sin descartar fines comerciales, se amparan en la libertad de investigación.
Curiosamente, la investigación básica ha contribuido extraordinariamente
al conocimiento del comienzo de la vida humana y los finos mecanismos
moleculares, hormonales e histológicos que intervienen en las
primeras horas de vida de la persona humana, destinados a preservar
su existencia y asegurar su viabilidad. No ocurre lo mismo con los profesionales
que emplean la información de los científicos básicos
con los fines mencionados, aplicarla a la experimentación con
seres humanos contrariando los principios elementales del respeto a
la dignidad humana, bien establecidos en la Declaración Universal
de los Derechos del Hombre de la Organización de las Naciones
Unidas.
El Papa Juan Pablo II, en
su Encíclica "Evangelium vitae" del 25 de marzo de
1995 hace notar "que los atentados contra la vida naciente y terminal
'presentan caracteres nuevos respecto al pasado, y plantean problemas
de singular gravedad', por el hecho que tienden a perder en la conciencia
colectiva el carácter de 'delito' y asumir paradójicamente
el de 'derecho'."
En un mensaje de este año,
al hablar del don de la vida decía el Papa que "las conquistas
de la medicina y la biotecnología pueden inducir al hombre a
creerse creador de sí mismo y caer en la tentación de
manipular el 'árbol de la vida'" (Gn. 3, 14). Y continúa
diciendo: "Conviene recordar que no todo lo que es técnicamente
posible es también moralmente lícito"... "nunca
se debe olvidar que la vida es un don, y que sigue teniendo valor aún
cuando esté sometida a sufrimientos y limitaciones".
En un Congreso de científicos
y catedráticos de Facultades de Medicina de las Universidades
civiles y católicas de Roma, realizado el pasado 4 de febrero,
se trató el tema "El embrión paciente". El manifiesto
final de los médicos y científicos afirma que los últimos
avances de la ciencia "ofrecen evidencias concordantes que llevan
a considerar la vida humana como una continuación, que en la
fase embrionaria y en el envejecimiento tiene el inicio y el final de
su recorrido". Aconsejan: "Difundir en la cultura científica
y sanitaria las exigencias de la vida embrionaria, como conquistas de
la investigación y patrimonio de toda la humanidad".
Nuevo Consejo de Administración
Los conceptos mencionados guiarán mi accionar durante el período
que me toca presidir la Academia Nacional de Medicina, en cuyo Consejo
de Administración me acompañarán en el gobierno
los siguientes académicos:
El Académico Rómulo
Cabrini, como Vice-Presidente. Él fue Tesorero en el Consejo
presidido por Tezanos Pinto, debiendo destacar su excelente labor llevada
a cabo, con gran beneficio para la Academia.
El Académico Juan
Ghirlanda, de quien conozco muy bien su personalidad y las actividades
desarrolladas en su profesión y en la vida docente, desde antes
de su incorporación como académico, ocupará la
Secretaría Académica.
El Académico Eduardo
Zancolli, de amplia experiencia en el manejo de asuntos académicos
por haber colaborado con otras Presidencias, y a quien conozco muy bien,
será el Secretario de Actas.
El Académico Alberto
Agrest, con quien nos une una relación de amistad y trabajo de
hace bastantes años, desde nuestros comienzos en la Sociedad
Argentina de Investigación Clínica, será el Tesorero
de nuestro Consejo.
Seguramente no me será
fácil llegar a imitar la brillante labor desarrollada por el
Dr. Tezanos Pinto durante su gobierno, pero estoy dispuesto a poner
en práctica todo lo necesario para mantener el prestigio científico
de nuestra Corporación, apoyando las actividades que se desarrollan
en sus Institutos, el de Investigaciones Hematológicas, el Instituto
de Estudios Oncológicos, el Centro de Investigaciones Epidemiológicas
y la Biblioteca, manteniendo una permanente colaboración con
los organismos oficiales, e incentivando y respetando las decisiones
del Plenario académico.
Así mismo, continuaremos
apoyando y colaborando con los dos Consejos que se crearon por iniciativa
de la Academia, y que desarrollan una labor muy importante en sus áreas
específicas: el Consejo de Certificación de Profesionales
Médicos y el Consejo Académico de Ética en Medicina.
Finalmente, se tratará
de intensificar los vínculos académicos con otras Academias
Nacionales, programando la realización de actividades conjuntas
en temas de interés nacional, como educación, ciencias
morales, derecho y ciencias sociales, ciencias exactas, bioquímica,
etc. Así mismo, trataremos de dar mayor difusión entre
el cuerpo médico de nuestro país, a las reuniones que
realiza la Academia con las Academias Nacionales de los países
latinoamericanos, a través de ALANAM, especialmente con Uruguay
y Chile.
Para finalizar, pido a Dios
Espíritu Santo, a quien siempre invoco, que ilumine mi mente,
mi corazón y mis labios, para que pueda desempeñar con
eficacia y rectitud mi función de Presidente de la Academia Nacional
de Medicina, brindando toda mi sabiduría al servicio de nuestra
Corporación y de la Sociedad.
Muchas gracias.