ISSN 0374-647 X
BOL. A. N. DE MEDICINA 2002; 80(1):


PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE SALIENTE
ACADÉMICO MIGUEL DE TEZANOS PINTO

Acto celebrado el día 16 de abril de 2002

Se han cumplido dos años desde que asumí, en un acto similar, el mandato de dirigir los destinos de la Academia Nacional de Medicina.
Mi estado de ánimo difería del presente.
Algunos creíamos que la vida argentina reiniciaba la senda de la racionalidad, del respeto por las instituciones, de la discreción en el gasto público y el fin de la impunidad y los privilegios. Sin embargo, seguimos en la búsqueda de soluciones de raíz moral, desconociendo el valor continuo, sin intermisión, de virtudes como son la honestidad, la justicia, la armonía y la dignidad. Los ciudadanos no tienen una función pasiva, de meros y cómodos espectadores de los logros nacionales, a veces impacientes en los reclamos, otras, severísimos en los juicios. Somos copartícipes del espíritu de sacrificio y de la responsabilidad que deben imperar en estos momentos. Olvidarlo significaría caer sobre las ruinas de lo que fue nuestra mejor realidad nacional.
En ese contexto que no se aparta de una situación que aflige a todos, transitamos con firmeza, tratando de superar dificultades y con la intención de mantener y aun acrecentar el prestigio de la Institución.
Nada hubiéramos conseguido sin el apoyo permanente de los señores académicos de los cuales recibí muestras repetidas de solidaridad y comprensión. Si la unión hace la fuerza, esta Corporación es el mejor ejemplo. Baste con citar las múltiples consultas que recibimos de los poderes públicos, las cuales fueron respondidas con seriedad y el aval del conocimiento científico.
Los hemos convocado además a periódicas reuniones de las distintas comisiones internas a las que han acudido, sin retaceos, brindándonos una ayuda invalorable.

El 9 de mayo pasado tuvo lugar el acto más trascendente en la vida de la Institución, como fue la incorporación del séptimo Presidente de Honor en la vida de la Academia desde su creación en 1822. El Académico doctor Julio V. Uriburu recibió esta distinción según marcan el Estatuto y el Reglamento Interno por sus méritos extraordinarios en el desempeño de la dignidad académica.

El Consejo de Administración, constituido por las autoridades ejecutivas de la Academia, se reunió semanalmente para tomar decisiones que hacen al desenvolvimiento administrativo de la Institución y tuvo la enorme responsabilidad de desactivar el Hospital de Cardiología de la Fundación "Hermenegilda Pombo de Rodriguez", el cual había caído en una crítica situación financiera con un déficit que debía ser sostenido por la Academia de Medicina. Fueron muchas semanas de complejos intercambios de opiniones y decisiones hasta que, finalmente, formalizamos un convenio entre un centro de excelencia médica como es el CEMIC y la citada Fundación. Depositamos nuestra confianza y esperanza en que esta simbiosis será el comienzo de una nueva etapa de asistencia, docencia e investigación.

En esta tarea tuvieron un destacado e ímprobo trabajo el Sr. Secretario General Académico Oscar Morelli y el Sr. Tesorero Académico Rómulo Cabrini. La fatigosa tarea estuvo, en parte, atenuada por la cordialidad y el respeto que nos profesamos mutuamente y las directivas cumplidas eficientemente por la Dirección General de Administración. La Secretaria de Actas, Académica Christiane Dosne Pasqualini, mantuvo siempre su espíritu inquieto en las actividades científicas tanto en su cargo de Directora Científica del Instituto de Hematología como en las propias de la Academia. El Simposio Internacional sobre Síndrome Urémico Hemolítico celebrado en junio de 2001, que convocó a las más representativas figuras del país y del mundo, fue el mejor ejemplo.

El Académico César Bergadá ejerció la Vicepresidencia y será desde hoy el nuevo Presidente. Nadie ignora que al elevado sitial académico sólo se llega después de haber demostrado mediante toda una vida, dedicación profunda, competencia indiscutida e intachable conducta ética y moral. Un hombre completo, un ejemplo para todos y especialmente para su joven y numerosa familia que ha concurrido a esta importante ceremonia.

Señor Presidente: la Academia posee un Instituto de Hematología que es un orgullo del país; su trabajo y prestigio se han incrementado; la investigación transita por lo más moderno de la ciencia médica y la asistencia soporta aún ventajosamente la situación desafiante de los recursos destinados a la salud. La producción científica no ha cedido, a pesar de la reducción del monto de algunos subsidios, como lo prueba la publicación en el último año de 25 trabajos en revistas internacionales y nacionales indexadas. El número de consultas médicas del año 2001 fue de 17.000. Se ha mantenido el intercambio con los centros más reconocidos del mundo y en el mes de abril tuvieron lugar, con mucho éxito, las Jornadas Británicas de Hematología.

El Centro de Investigaciones Epidemiológicas es también un centro de excelencia que se ha jerarquizado en los últimos años con trabajos de alto nivel. Su vocación docente se ha manifestado en distintos cursos organizados en esta Casa, que son altamente valorados por los profesionales que concurren para su perfeccionamiento. La desaparición lamentable e inesperada del Dr. Héctor Boffi Boggero no ha menguado el entusiasmo y la producción del Centro.

Soy consciente que el Instituto de Estudios Oncológicos merece un apoyo y una reestructuración que, por diversas circunstancias, no se ha podido concretar. Es un deber reconocer las metas no logradas.

La Biblioteca sigue siendo, en su género, la más importante del país, recibiendo hoy 400 títulos de publicaciones periódicas y un fondo bibliográfico de más de 40.000 volúmenes. Éste es un gran desafío; todos queremos mantenerla en ese nivel y cuenta con recursos humanos capaces y entusiastas.

Éste es, en apretada síntesis, un análisis objetivo de la Academia que usted recibirá y que ya conoce. Quisiera agregar que también existen sentimientos que no son fáciles de transmitir. Es mi reconocimiento a todos los componentes de la Secretaría de Asuntos Académicos y en particular, por la actividad cotidiana, de la Secretaría General de la Presidencia. La Sra. Silvia Tenconi fue el eje de una colaboración permanente y desinteresada, de máxima eficiencia; supieron devolver con una sonrisa algún momento de impaciencia o de disgusto. Trabajar en esas condiciones redujo significativamente la carga que genera toda esta compleja estructura; la contracción al trabajo, el respeto y la alegría no serán olvidados. Hago extensivo estos conceptos a todo el personal sin distinción de jerarquía.

Señor Académico César Bergadá: es para mí un privilegio ponerlo en posesión del honroso cargo de Presidente de la Academia Nacional de Medicina y lo hago con la seguridad que su desempeño elevará aún más el prestigio de nuestra querida Institución.
Lo invito a recibir la medalla y el diploma que lo acreditan como tal.


 

 

 

PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE ENTRANTE
ACADÉMICO CÉSAR BERGADÁ


Como hace exactamente 11 años, cuando me incorporé a esta Academia, quiero iniciar mi discurso con las mismas palabras de entonces, dando gracias a Dios por todos los beneficios recibidos en mi vida, y que hoy se coronan con la etapa más importante de mi carrera profesional, al ocupar la Presidencia de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, máximo cargo al que puede aspirar un médico en nuestro país.

El trascendente momento que me toca vivir hoy, me transporta a recuerdos imborrables de mi vida, y que surgen con gran emoción en mi memoria, por eso quiero transmitirles algunos hechos que vinieron a mi mente al meditar la posición académica que inicio y que asocian la Academia con las instituciones donde actué en mi pasado.

Escuela Primaria y Academia
Nací en la calle Ocampo, en Palermo Chico, y los estudios primarios los cursé en la Escuela Nº 1 "Dr. Rafael Herrera Vegas", nombre de uno de los más prestigiosos académicos de nuestra Corporación, que se le asignó por haber donado el terreno que ocupa en la Avda. Las Heras. Los hijos de Rafael Herrera Vegas, Rafael y Marcelino, once años después, donan los terrenos vecinos de la esquina Las Heras y Coronel Díaz para levantar el actual edificio de la Academia, que linda con la Escuela sólo por una pared.
Cuántas veces pasé frente al elegante edificio de la Academia, sin jamás imaginarme que algún día coronaría mi futuro profesional incorporándome y presidiendo tan prestigiosa Institución!

Cursé mis estudios secundarios en el Colegio Champagnat, y me gradué de médico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires el 29 de diciembre de 1952, hacen ya casi 50 años.
Ingresé al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez a principios de 1951 como practicante. Me inicié en Pediatría general con el hoy académico Alfredo Larguía, y continué formándome en Endocrinología Pediátrica con mi primer maestro Martín Cullen. De ellos aprendí mis primeros conocimientos y una gran formación humana. Trabajé en el Hospital hasta mi jubilación en el año 1995, como Jefe de la División de Endocrinología. Viví en el Hospital de Niños 44 años, por lo que siempre lo consideré mi segunda casa.

Hospital de Niños y la Academia
A la mencionada relación geográfica, entre la Academia de Medicina y la Escuela Herrera Vegas, debo expresar otra más importante que se asocia a mi vida profesional, y es la relación que existió entre el Hospital de Niños y la Academia. Del libro escrito por el Dr. Oscar R.C. Vogliano, ex prestigioso médico del mismo, sobre la Historia del Hospital de Niños, publicado en 1975, pude obtener la información que narraré.

Bernardino Rivadavia creó la Academia de Medicina en 1822 y, un año después, la Sociedad de Beneficencia. Por inspiración de uno de sus miembros, la Sra. María Josefa del Pino, en el año 1875, iniciaron la construcción de la primera sede del Hospital de Niños, en el barrio de Almagro, reconociendo la paternidad del mismo a Bernardino Rivadavia.
El 22 de noviembre de 1893, la Sociedad de Beneficencia coloca la piedra fundamental del nuevo edificio del Hospital de Niños en la calle Gallo, diseñado por el arquitecto Alejandro Christophersen, y sus jardines por Carlos Thays, inaugurándose el 29 de diciembre de 1896.

La historia de nuestras dos instituciones se unen más aún al haber participado el académico Rafael Herrera Vegas, a su regreso de París, en las tareas de instalación del Hospital de Niños, y ser nombrado, aunque por un corto período de tiempo, Director del mismo. Algunos lo consideran uno de los fundadores de la Pediatría argentina.
Pero las relaciones del Hospital de Niños con la Academia Nacional de Medicina se consolidan ya mucho más al incorporar ésta en su seno, desde su fundación, a 13 Académicos de Número pertenecientes al Hospital de Niños.

El primer Académico del Hospital de Niños fue el Dr. RAFAEL HERRERA VEGAS que se incorporó el 3 de diciembre de 1876.
El segundo fue IGNACIO PIROVANO, que integró el primer elenco de cirugía de dicho Hospital e ingresó a la Academia en 1881.
El tercero fue JOSÉ MARÍA RAMOS MEJÍA, primer practicante del Hospital de Niños y luego médico del mismo, incorporándose a la Academia en 1905.
El cuarto fue el Dr. BALDOMERO SOMMER, primer Jefe del Servicio de Dermatología de dicho Hospital, que ingresó en 1910.
Cinco años después, en 1915, se incorpora el Dr. JOSÉ ANTONIO ESTEVES, primer Jefe del Consultorio de las Enfermedades de los Nervios.
En 1922 lo hace el distinguido cirujano del Hospital de Niños Dr. MÁXIMO CASTRO.
En el año 1925, bajo la Presidencia de Eliseo Cantón, según un minucioso trabajo presentado por Marcelino Herrera Vegas, se eleva el número de miembros de la Academia, de 25 a 35 y, ese año, se incorpora el Dr. MARCELO VIÑAS, Jefe del Laboratorio de dicho Hospital desde el año 1896.
En 1963, se incorporó el Dr. JOSÉ ENRIQUE RIVAROLA, Jefe del Departamento de Cirugía, con quien tuve el placer de realizar varias actividades conjuntas hasta su jubilación. Fue PRESIDENTE de la Academia entre 1978 y 1980.
El noveno Académico fue el Dr. EMILIO N. ASTOLFI, fundador del Centro de Toxicología del Hospital de Niños, que ingresó en 1982.
En la década del '60, un pequeño grupo de médicos y bioquímicos cambiaron el curso de la Pediatría argentina. El líder de tan trascendental cambio fue CARLOS A. GIANANTONIO, quien el 27 de abril de 1989 fue incorporado a la Academia donde, entre sus valiosas colaboraciones, propuso la creación del Consejo de Certificación de Profesionales Médicos, que se constituyó el 20 de setiembre de 1991, siendo él su primer Presidente. Tuve el placer de convivir muchos años con Gianantonio en el Hospital, fundar juntos la Sociedad Latinoamericana de Investigación Pediátrica en el año 1961 y colaborar con él en el Comité Científico del Congreso Internacional de Pediatría en 1974.
El undécimo Académico fue el Dr. JUAN CARLOS ARAUZ, Jefe del Servicio de Endoscopias, que se incorporó el 26 de abril de 1990. Durante años trabajamos juntos en el Hospital, y también en la cancha del Golf Club Argentino. Sucedió a Gianantonio, luego de su fallecimiento, en la Presidencia del Consejo de Certificación de Profesionales Médicos.
El duodécimo Académico es el que habla. Ingresé a la Academia el 4 de abril de 1991, siendo Jefe de la División de Endocrinología del Hospital de Niños.
Finalmente, el 25 de julio de 1996, se incorporó el décimo tercer Académico del Hospital de Niños, el Dr. ALFREDO E. LARGUÍA, con quien adquirí mi primera formación pediátrica. Años más tarde el Dr. Larguía se trasladó a la Maternidad Sardá, donde creó el mejor centro de Neonatología del país.

Mencionar esta historia me causa gran emoción y un enorme orgullo, que quiero compartir con todos los profesionales del Hospital de Niños que hoy me acompañan, al recordar que de nuestro querido Hospital, que tantas satisfacciones nos dio y que no pocas preocupaciones tuvimos que soportar, han sido incorporados a la Academia Nacional de Medicina nada menos que trece de sus médicos, y que hoy asume la Presidencia de tan prestigiosa Corporación el segundo de su plantel profesional.
Me siento sumamente orgulloso de haberme formado y trabajado en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, y enormemente agradecido a todo el personal que lo integra: médicos, enfermeras, administrativos, técnicos, etc., y muy en especial a los integrantes de la División de Endocrinología, del CEDIE y de FEI a quienes los recuerdo con cariño y prometo continuar visitándolos periódicamente. Como dije, el Hospital fue mi segunda casa durante más de la mitad de los años que tengo.

Al año de fundado el CONICET por el Dr. Bernardo Houssay, obtuve una beca externa por concurso para perfeccionarme en Endocrinología Pediátrica con el fundador de la especialidad y mi principal maestro, Dr. Lawson Wilkins, en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, en EE.UU. Allí estuve los años 1959 a 1961. Fue una de las etapas más importantes de mi vida, no sólo por mi capacitación profesional sino por haber podido consolidar mis vínculos familiares al tener que compartir todo con Estela, mi mujer, los tres hijos que teníamos en ese momento y el nacimiento de María, lejos de nuestros padres y amigos.
Al regresar al Hospital de Niños, y por invitación del Dr. Houssay, en el año 1962, hace 40 años, me incorporé a la Carrera del Investigador Científico para trabajar en dicho Hospital. Éramos cuatro investigadores full-time del CONICET: Carlos Gianantonio, Luis Becú, Jorge Peñalver y yo. Sería imposible mencionar ahora la labor que desarrollamos, y el entusiasmo que teníamos para incorporar la dedicación exclusiva y la investigación a un hospital público. Gracias a Dios, y al espíritu de progreso y apoyo de nuestros jefes, pudimos lograr nuestros objetivos.

Desde esos primeros años comencé a trabajar con otro de mis maestros, el Dr. Roberto Mancini, en el Centro de Investigaciones en Reproducción de la Facultad de Medicina de la UBA, en temas de patología hipófiso-testicular, quien me brindó siempre su cálida amistad, reforzando mi aprendizaje en la investigación clínica, destacando siempre los principios éticos y morales que deben acompañar toda investigación científica. El recuerdo de Cullen, Mancini y Wilkins quedarán imborrables en mi mente.

Los logros obtenidos durante mi vida profesional han sido posibles primero, gracias a Dios, a mi familia, especialmente a Estela, mi mujer, que siempre me acompañó en las buenas y en las malas, teniendo que tolerar mis defectos y caprichos, muchas veces haciendo verdaderos esfuerzos y sacrificios, y a mis cinco hijos, que siempre estuvieron a mi lado brindándome su permanente estímulo, a los que hoy se suman mis cuatro nueras y mis diecisiete nietos aquí presentes.

En lo profesional debo agradecer la colaboración del CONICET, de FEI, Fundación de Endocrinología Infantil, y de todos mis colaboradores, que me acompañaron desde mis primeras actividades para dar más impulso a las funciones del Servicio de Endocrinología del Hospital de Niños, para crear el CEDIE, la Residencia Médica de Endocrinología Infantil, la Carrera de Especialista, la Sociedad Latinoamericana de Investigación Pediátrica, la Sociedad Latinoamericana de Endocrinología Pediátrica y, en estos últimos años, llevar a cabo, junto con un grupo espléndido de colaboradores, el emprendimiento más importante de mi vida, la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral, donde hace pocos días tuve la enorme alegría y satisfacción de vivir con emoción la graduación de la Primera Promoción de Médicos y la Primera de Licenciados en Enfermería.

Sin el apoyo de tanta gente, que nunca olvidaré y terminaré de agradecer, no hubiese estado hoy asumiendo este honroso cargo de Presidente de la Academia Nacional de Medicina.

Hablaré ahora de la Academia
La Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires cumple pasado mañana el 180 aniversario de su fundación. Se creó el día 18 de abril de 1822, por iniciativa de Bernardino Rivadavia, Ministro de Gobierno de Martín Rodríguez.
Por una feliz coincidencia, el día de hoy se cumplen exactamente 60 años de la inauguración del actual edificio de la Academia. El 16 de abril de 1942 se llevó a cabo un importante acto académico realizado en esta misma Aula Magna, bajo la Presidencia del Dr. Mariano R. Castex.
Desde su fundación, la Academia ha experimentado algunas modificaciones en su estructura y en su accionar.
El Académico Guillermo Jáuregui, en su excelente libro sobre la Historia de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, al comentar las actividades realizadas, describe al último período de la Academia como de "Proyección a la comunidad en general y médica en particular". Con ello quiere significar que en varias oportunidades ha hecho oír su voz respecto a algunos aspectos éticos y morales de temas relacionados con el ejercicio de la profesión médica. Mencionaré a modo de ejemplo sólo algunas de sus declaraciones.

En 1985 la Academia hizo una declaración por la descalificación de Académicos y Profesores Titulares en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
En 1986 por la total falta de control de la difusión periodística sin contar con la aprobación científica correspondiente generando muchas veces falsas expectativas en la comunidad.
En 1989 sobre Enseñanza médica, ante la falta de preparación de los graduados de la Facultad de Medicina de la UBA.
En 1992 se expidió sobre los "Peligros de la Automedicación".
El 22 de julio de 1994 manifestó, con una declaración, su repudio por el "Atentado a la AMIA".
En 1994 se expide en forma terminante contra el "Aborto Provocado".
También, en 1994, hace un llamado de reflexión por el creciente número de demandas judiciales injustificadas por "Mala Práctica".
En 1995 se manifiesta sobre la "Fertilización Asistida", considerando fundamental el consentimiento verdaderamente informado del matrimonio, basado en la información de procedimientos, riesgos y resultados esperados, de éxito y fracaso.
En 1997, se expide sobre un tema hoy muy publicitado, la "Clonación Artificial Humana", mencionando que si bien es un verdadero logro científico, considera que su aplicación a la especie humana con fines reproductivos debe ser previamente sometida a una discusión ética multidisciplinaria, destinada a preservar el más absoluto respeto por la vida y la dignidad humana.

El ser Académico
El Académico Jáuregui comenta en su libro las condiciones de "ser académico", y destaca: "estudio sin pausa, honor personal, moral privada y pública, ética como complemento de alta conciencia de la vida médica" y añade: "Ser Académico es algo así como adquirir una conciencia nueva a través de un máximo sentimiento de honra".
Yo añado: "Ser Presidente de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires supera en forma indescriptible el mencionado sentimiento de honra, al sentirse distinguido por el claustro de los académicos de tan alto prestigio científico y moral que integran nuestra Corporación, para que guíe el destino de la misma durante un período de dos años".
Por tal motivo quiero expresar en este momento mi más profundo agradecimiento a los distinguidos académicos que aprobaron mi designación como Presidente y, muy especialmente, al Señor Presidente saliente, Académico Miguel de Tezanos Pinto, por haberme honrado con el nombramiento de Vice-Presidente, hace dos años, y a los Académicos Christiane Dosne Pasqualini y Oscar H. Morelli, que nos acompañaron en el Consejo de Administración.
Al recibir ahora de sus manos la Presidencia de esta Academia, quiero expresarle mi agradecimiento por haberme dado la oportunidad de conocer mejor su personalidad, sus condiciones morales, su capacidad de trabajo, su seriedad y honestidad, y su intachable hombría de bien, lo cual ha sido de enorme beneficio para nuestra Corporación. Le tocó dirigir el gobierno en un momento difícil, habiendo logrado obtener importantes beneficios para la Academia, y solucionar total o parcialmente algunos temas trascendentales de la Institución y de su funcionamiento administrativo. Nunca tuvo pereza o demora en actuar. Siempre lo hizo con decisión, asumiendo personalmente, sin vacilar, situaciones difíciles de resolver con personas e instituciones.
Si bien personalmente considero inmerecida esta designación prometo, ante esta magna asamblea, cumplir con honor las funciones que me competen, y no escatimar esfuerzos para que la Academia Nacional de Medicina mantenga el prestigio ganado a lo largo de su vida, especialmente en lo que respecta a sus reconocidos aspectos científicos, éticos y morales.

Futuras expectativas de gobierno
La cultura del trabajo

Entiendo que el momento en que asumo la Presidencia de la Academia tampoco es fácil, pues el porvenir inmediato del país es muy incierto. La Argentina ha vivido en su historia varios períodos de crisis económica, política y social.
Hoy, en cambio, nos encontramos ante la peor de las crisis, y que nunca antes había afectado al país en tal forma, pues además de las crisis económica, política y social se suma la peor de todas, que es la "crisis moral". Vivimos un momento donde la inmoralidad, la corrupción, la ineptitud, la indiferencia por la persona humana, el afán de lucro y poder se han introducido en todos los sectores, creando un clima de inseguridad, abandono y desprotección de las clases más necesitadas, muy especialmente de la clase media.
Las actuales autoridades nacionales son conscientes de ello, pero pareciera que no se logra obtener el compromiso de solidaridad de algunos sectores del poder político para solucionar los problemas que está viviendo el país. Sin embargo, en áreas que están muy ligadas a la Academia, que son la investigación y la educación, hemos podido observar que existen algunas esperanzas para reactivar estos sectores, con la designación de autoridades idóneas y de prestigio, en la Secretaría de Tecnología, la Ciencia y la Innovación Productiva (SETCIP), y en el CONICET, como son los investigadores Julio Luna y Eduardo Charreau, respectivamente.
El Dr. Charreau, el día de su asunción como Presidente del CONICET, en esta misma Aula Magna, en su interesante disertación dijo: "Una sociedad basada en el conocimiento estará en mejores condiciones de alcanzar sus objetivos de desarrollo económico y justicia social, y de lograr una mayor autonomía en sus decisiones. Por lo tanto, nuestra visión es que debemos atender al problema del valor agregado inteligente que somos capaces de producir los argentinos, como manera de ayudar a superar esta crisis sin fin.
Hace muy pocos días surgieron más motivos de esperanza con la elección del Profesor Guillermo Jaim Etcheverry como Rector de la Universidad de Buenos Aires.
La Academia Nacional de Medicina no es ajena a la situación que vive el país. La Ciencia y, por ende, la Academia no tienen colores políticos, raciales o religiosos, sólo están al servicio del país y de la humanidad y nuestra Corporación continuará la tradición de nuestros científicos. De la misma manera que hace unos días Monseñor Estanislao Karlic expresaba que "si queremos fundar grandes naciones, debemos fundar antes grandes familias". Yo agrego: si queremos mantener una gran nación, debemos formar grandes científicos. ¿Cómo lo logramos? Manteniendo nuestras estructuras científicas y centros académicos. Bernardo Houssay decía: "Para tener hombres de ciencia hay que formarlos y cultivarlos durante años, solícita y cuidadosamente, como se hace con las plantas más delicadas".
El mundo científico no se debe detener; sus objetivos están por encima de las etapas coyunturales que vive un país; debe continuar trabajando, empleando las cualidades habituales de un científico, tales como el sentido común, la atención, la aplicación, el amor por su trabajo, la paciencia, el optimismo y la perseverancia. Esta última es quizás la más importante. A Newton se le preguntó una vez de qué medios se había valido para obtener sus extraordinarios experimentos, y contestó: "Pensando constantemente en ellos".
El Beato José María Escrivá, en una homilía sobre el Trabajo, decía en 1960: "Comenzar un trabajo es de muchos, acabar, de pocos", y añadía: "El trabajo profesional, sea el que sea, se convierte en un candelero que ilumina a vuestros colegas y amigos".
Por todos estos conceptos, al asumir la Presidencia de la Academia, siento la responsabilidad de estimular la cultura del trabajo, dentro y fuera de la Institución.

La licenciada en educación, y profesora de la Escuela de Educación de la Universidad Austral, Cristina Viñuela, nos decía hace pocos días ante el Claustro Docente de la Facultad de Ciencias Biomédicas, que "donde está el peligro está la recuperación". Éste es el momento de "tirar cálidas en lugar de tirar pálidas". Yo pienso que si nuestra nación está en peligro, vayamos preparándonos para su recuperación. Debemos buscar la forma de seguir adelante con nuestro trabajo, sin perder las esperanzas, haciéndolo cada vez mejor, tratando de trabajar en equipo, y con alto sentido de responsabilidad y conducta moral.
El libro de Samuel Smiles, titulado "Ayúdate", cita una frase del francés Alexis de Tocqueville, escritor del Siglo XIX que decía: "No hay momento en la vida en el cual pueda uno dejar completamente la acción, porque el esfuerzo dentro de uno mismo, y aún más, el de afuera, son igualmente precisos". Esto significa la importancia, y necesidad del trabajo personal y el trabajo en equipo, o el contacto con otros grupos para mantenerse más activos y estimulados. El ejemplo de cada uno debe entrelazarse con la vida de otros. Los éxitos de una institución dependen del compromiso de todos, pero para lograrlo, la institución debe irradiar amor y afecto para todos, debe querer a toda la gente que la compone, debe tener fe y esperanza en sus objetivos. Estas virtudes no se transmiten con palabras sino con ejemplo de vida. Si una institución no tiene este sello, le falta lo más importante.

Hace pocos días leí un libro del arzobispo vietnamita F.N. Nguyen van Than, titulado: "Testigos de la Esperanza". Éste fue arrestado durante la persecución religiosa de 1975 en Vietnam y pasó 13 años en la cárcel, 9 de los cuales en un aislamiento en un cuarto oscuro, sin ventanas. Durante esos 9 años que vivió prácticamente a oscuras, celebraba la Misa con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano. Varias veces refiere que su fe y el rezo de toda su feligresía, le permitieron sobrellevar su encierro con alegría y con gran esperanza. Creo que su experiencia nos debe conducir por esos caminos.

Aspectos éticos de las ciencias
Existen otras situaciones que debemos contemplar, y es que el país y el mundo viven un clima de corrupción y pérdida de los valores morales, de tal intensidad, que las ciencias no se han escapado a ella.

Bernardo Houssay, hablando a los jóvenes, les decía: "Es necesario desarrollar en todos la noción de la responsabilidad individual y el deber de servir a la colectividad", y agregaba: "Debemos acostumbrarnos a no tolerar las faltas morales graves. En cuestiones éticas no se debe tener ninguna tolerancia".

En estos días se habla con total naturalidad de la procreación humana en el laboratorio, la clonación de personas, la experimentación con embriones humanos, del aborto y la eutanasia, lo que parecería demostrar la escasa capacidad de control sobre los progresos científicos.
Estos temas han llevado a que en la sociedad existan dos tipos de opiniones: los que reconocen el respeto por la dignidad de la persona y de la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural, como lo ha manifestado nuestra Academia en sus declaraciones sobre el aborto y la clonación, basados en fundamentos científicos; y por otro lado, aquellos que haciendo caso omiso a estos criterios, guiados muchas veces por la figuración, o descollar en un medio científico indiferente a los fundamentos de la bioética, sin descartar fines comerciales, se amparan en la libertad de investigación. Curiosamente, la investigación básica ha contribuido extraordinariamente al conocimiento del comienzo de la vida humana y los finos mecanismos moleculares, hormonales e histológicos que intervienen en las primeras horas de vida de la persona humana, destinados a preservar su existencia y asegurar su viabilidad. No ocurre lo mismo con los profesionales que emplean la información de los científicos básicos con los fines mencionados, aplicarla a la experimentación con seres humanos contrariando los principios elementales del respeto a la dignidad humana, bien establecidos en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de la Organización de las Naciones Unidas.

El Papa Juan Pablo II, en su Encíclica "Evangelium vitae" del 25 de marzo de 1995 hace notar "que los atentados contra la vida naciente y terminal 'presentan caracteres nuevos respecto al pasado, y plantean problemas de singular gravedad', por el hecho que tienden a perder en la conciencia colectiva el carácter de 'delito' y asumir paradójicamente el de 'derecho'."

En un mensaje de este año, al hablar del don de la vida decía el Papa que "las conquistas de la medicina y la biotecnología pueden inducir al hombre a creerse creador de sí mismo y caer en la tentación de manipular el 'árbol de la vida'" (Gn. 3, 14). Y continúa diciendo: "Conviene recordar que no todo lo que es técnicamente posible es también moralmente lícito"... "nunca se debe olvidar que la vida es un don, y que sigue teniendo valor aún cuando esté sometida a sufrimientos y limitaciones".

En un Congreso de científicos y catedráticos de Facultades de Medicina de las Universidades civiles y católicas de Roma, realizado el pasado 4 de febrero, se trató el tema "El embrión paciente". El manifiesto final de los médicos y científicos afirma que los últimos avances de la ciencia "ofrecen evidencias concordantes que llevan a considerar la vida humana como una continuación, que en la fase embrionaria y en el envejecimiento tiene el inicio y el final de su recorrido". Aconsejan: "Difundir en la cultura científica y sanitaria las exigencias de la vida embrionaria, como conquistas de la investigación y patrimonio de toda la humanidad".

Nuevo Consejo de Administración
Los conceptos mencionados guiarán mi accionar durante el período que me toca presidir la Academia Nacional de Medicina, en cuyo Consejo de Administración me acompañarán en el gobierno los siguientes académicos:

El Académico Rómulo Cabrini, como Vice-Presidente. Él fue Tesorero en el Consejo presidido por Tezanos Pinto, debiendo destacar su excelente labor llevada a cabo, con gran beneficio para la Academia.

El Académico Juan Ghirlanda, de quien conozco muy bien su personalidad y las actividades desarrolladas en su profesión y en la vida docente, desde antes de su incorporación como académico, ocupará la Secretaría Académica.

El Académico Eduardo Zancolli, de amplia experiencia en el manejo de asuntos académicos por haber colaborado con otras Presidencias, y a quien conozco muy bien, será el Secretario de Actas.

El Académico Alberto Agrest, con quien nos une una relación de amistad y trabajo de hace bastantes años, desde nuestros comienzos en la Sociedad Argentina de Investigación Clínica, será el Tesorero de nuestro Consejo.

Seguramente no me será fácil llegar a imitar la brillante labor desarrollada por el Dr. Tezanos Pinto durante su gobierno, pero estoy dispuesto a poner en práctica todo lo necesario para mantener el prestigio científico de nuestra Corporación, apoyando las actividades que se desarrollan en sus Institutos, el de Investigaciones Hematológicas, el Instituto de Estudios Oncológicos, el Centro de Investigaciones Epidemiológicas y la Biblioteca, manteniendo una permanente colaboración con los organismos oficiales, e incentivando y respetando las decisiones del Plenario académico.

Así mismo, continuaremos apoyando y colaborando con los dos Consejos que se crearon por iniciativa de la Academia, y que desarrollan una labor muy importante en sus áreas específicas: el Consejo de Certificación de Profesionales Médicos y el Consejo Académico de Ética en Medicina.

Finalmente, se tratará de intensificar los vínculos académicos con otras Academias Nacionales, programando la realización de actividades conjuntas en temas de interés nacional, como educación, ciencias morales, derecho y ciencias sociales, ciencias exactas, bioquímica, etc. Así mismo, trataremos de dar mayor difusión entre el cuerpo médico de nuestro país, a las reuniones que realiza la Academia con las Academias Nacionales de los países latinoamericanos, a través de ALANAM, especialmente con Uruguay y Chile.

Para finalizar, pido a Dios Espíritu Santo, a quien siempre invoco, que ilumine mi mente, mi corazón y mis labios, para que pueda desempeñar con eficacia y rectitud mi función de Presidente de la Academia Nacional de Medicina, brindando toda mi sabiduría al servicio de nuestra Corporación y de la Sociedad.
Muchas gracias.