Amaia Guridi enfatiza su ensayo en torno al espacio de vida que propone la biblioteca. El espacio público, los paseos, el sol, el verde, el aire, una manera distinta de vivir la ciudad. Y una manera distinta de leer, en salas que se abren al exterior, como balcones al paisaje urbano, que a la vez contienen a quienes las viven. Documenta la relaciones del objeto arquitectónico con el hombre y entre sus distintos espacios, y el respeto por su entorno. La fotografía pasa a un segundo plano para hacer protagonista a la obra arquitectónica: una propuesta diferente sobre el convencional edificio público.

Celeste Romero Cano acerca un relato donde los personajes, salidos como de un sueño, interactúan directamente con el espacio y la arquitectura del lugar.
Onírica y cinematográfica, la autora logra, desde los planos más cerrados hasta los más amplios, introducirnos -y hasta reconocernos- en los ambientes y situaciones aquí plasmados.

Ezequiel Kopel nos presenta la biblioteca como un mundo, incógnito y surreal. Un submundo donde la noche y las sombras tienen un significado inquietante. Es un juego de metáforas, analogías y paradojas. Claroscuros dramáticos nos muestran un ensayo poético lleno de belleza y riqueza visual.

Sensible, misteriosa. María Jimena Almarza reúne una serie de fotografías donde el detalle, así como el manejo importantísimo de la luz, le permiten al espectador vislumbrar la diversidad de acción que este espacio brinda.

Limay Uribe Ruberti elige mostrarnos al edificio en su fase menos común, la noche. Nos acerca a espacios simples y maravillosos donde la arquitectura cobra dramatismo al conjugar la inmesidad del lugar junto con la soledad del personaje.
El autor capta y transmite, desde el claroscuro y las gamas tonales, una atmósfera de misterio y singularidad.